domingo, 13 de abril de 2014

La sordera y otros hechos culturales

El Museo de Arte Contemporáneo de León, o MUSAC, para más señas, plantea dentro de su Proyecto Vitrinas, la propuesta “Del mapa al territorio: colectivos y espacios independientes en Castilla y León”, con el fin de visibilizar a todos aquellos proyectos y/o colectivos de carácter artístico-cultural que existen –o han existido, pues también recoge alguna que otra apuesta con carácter retrospectivo- en el territorio de Castilla y León. Como ya habrán imaginado, la idea es dar voz a aquellas agrupaciones o movimientos autogestionados por las propias artistas de manera independiente y que, en su mayoría, poco a nada tienen que ver con los circuitos institucionales, o al menos no de un modo fundacional y/o continuo. Son colectivos precarios y heterogéneos, fluctuantes y móviles, que conforman el tejido sociocultural más contemporáneo y expresivo de nuestra comunidad y todos ellos tienen, también una fuerte implicación social, ya sea por cómo están concebidos, por la filosofía de trabajo que marca sus directrices, o por el tipo de planteamiento artístico que promueven, y que pasa por concebir el arte y todas sus expresiones en un medio, en un instrumento de cambio social.

                Uno de los proyectos que han sido recogidos en ese gran mapa virtual que las vitrinas del vestíbulo del MUSAC albergarán durante unos meses es el proyecto llamado “La cabra se echa al monte”. Apuesta de nombre extraño y formas más extrañas y mutables todavía, que nació hace menos de un año en forma de Festival en la localidad de Monzón de Campos (Septiembre 2013), y del que tengo el placer de formar parte. Este proyecto, que se mueve con el deseo de visibilizar las prácticas artísticas contemporáneas vinculadas al territorio cuestionando, además, los límites de éste, nace también con una clara vocación de cambio social, cuestionando los límites, no sólo de los géneros decimonónicos en el arte, sino del concepto mismo de género, en todas sus acepciones, así como de los términos espaciales entre lo físico y lo virtual, lo habitado y lo no habitado, lo “capaz” y lo “no capaz”, etc.

                Mientras dábamos vueltas a las posibles formas de presentar este “animal” –tan castellano- al MUSAC, y darle forma audiovisual, vimos la clara necesidad, por el propio pulso del proyecto y por su código fundacional, de proporcionar a las espectadoras la mayor accesibilidad posible, para que las experiencias en relación a la presentación del Proyecto de “La Cabra se echa al monte” en el marco de “Del Mapa al territorio” fuesen lo más diversas y experienciales posibles, pues diversidad y experimentación son, al fin y al cabo, mimbres con los que también está entretejido el proyecto.

                Se hacía, por tanto, necesario, contactar con el Centro Cultural de PersonasSordas de Palencia, explicarles el proyecto, y pedirles su implicación en el mismo. La idea no era “trasladar” el contenido de nuestro pequeño ejercicio audiovisual a la lengua de signos, sino traducirlo. Traducirlo como se traduce del castellano a cualquier otra lengua: no copiando, sino enriqueciendo. Nos pareció interesante –y necesario- plantearnos el asunto, no tanto desde una óptica de accesibilidad, que también, sino desde la óptica de la traducción, haciendo desaparecer así cualquier tinte de “buenismo” que victimizase a la comunidad sorda, y así se lo trasladamos a las profesionales, voluntarias, trabajadoras y traductoras del Centro, con quienes estamos más que agradecidas y ya hemos establecido alianzas más que fructíferas. Cómo no hacerlo.

                En nuestro interés por visililizar lo que no se ve pero existe, teníamos ganas de considerar a la comunidad sorda dentro de nuestro discurso como una minoría lingüística y no como una comunidad patológica, “dis-capaz” y medicalizada. Al fin y al cabo, ser reconocida como una minoría lingüística sigue siendo una de sus mayores reivindicaciones, y no podíamos dejar pasar la ocasión de escuchar las demandas de la propia comunidad y dejar a un lado las que la sociedad capacitista –que abre una brecha segregadora entre los cuerpos que considera capaces y los que considera discapaces- o la comunidad médica creen que tienen. Esto supone entender la sordera como lo que es, un hecho cultural –como podría serlo la raza, la tendencia sexual, etc.- y no como una patología o una discapacidad.

                Lo explica muchísimo mejor que yo Raquel (Lucas) Platero en “Intersecciones:cuerpos y sexualidades en la encrucijada”. Una fantástica compilación de ensayos breves que ya va por la segunda edición y cuya lectura ha sido clave para propiciar el encuentro entre “La cabra se echa al monte” y el Centro Cultural de Personas Sordas de Palencia. Un ensayo imprescindible que reflexiona, precisamente, a cerca de cómo las diversidades se convierten en hechos culturales que atraviesan el cuerpo y lo impregnan de lecturas y dialécticas posibles.

                “La exclusión de las personas cuyos cuerpos funcionan de una manera diferente, proviene, en el fondo, del hecho de que esos cuerpos no satisfacen los estándares de productividad y autonomía funcional exigidos por nuestra sociedad, que ha instituido el trabajo productivo como principal vía de acceso a la independencia y a la ciudadanía”. El sistema, por su parte, “en lugar de promocionar su autonomía, se dedica a mantenerlos en un estado de dependencia física y emocional constante que justifique la existencia y mantenimiento de dicho sistema”.

                Desde la oportunidad que le ha brindado el proyecto del MUSAC “Del mapa al territorio”, “La cabra se echa al monte” ha querido, precisamente, cuestionar los límites y evidenciar la porosidad de éstos, así como establecer alianzas más que necesarias y, hasta ahora parecía que imposibles, entre colectivos que trabajan por la diversidad dentro del territorio, ya sea desde una perspectiva artística o sociocomunitaria.

                La traducción siempre es un viaje y éste ha sido apasionante, además de posible.