Un par de madrugadas, solamente. Un par de madrugadas. Sólo hace un par de madrugadas que asesinaron a Lorca. Y Lorca era un tipo estupendo, un poeta estupendo, pero también tenía derecho a ser un poeta mediocre y un tipo del montón. Ser un gran poeta no te exime del asesinato, pero ser vulgarcillo tampoco te hace más propenso. És así. La madrugada del 17 al 18 del '36. Pum, pum, pum. Cuatro tiros, tres, uno, pero certeros. Aún así hoy todavía, "de los cuatro muleros que van al campo, todxs seguimos prefiriendo al de la mula torda, moreno y alto". No es casualidad que al maricón lo mataran. Que al rojo lo mataran. Que al poeta lo mataran. El mayor enemigo de la libertad es la poesía, porque la literatura folla con quien quiere, se lo monta con quien quiere y lo dice, y lo canta y lo sublima y lo defiende. No es casualidad que 75 años después del fusilamiento, vuelva el asesino de Lorca a asomar su mano siniestra de navajero chungo, su "verde que te quiero verde" teñido de verde y de pez. Porque a Lorca no lo mató su asesino, a Lorca lo mató la violencia que engendra el poder, la nube de óxido, "la gota de sangre de pato que sigue estando ahí, bajo las multiplicaciones".
No es casualidad que 75 años después de que fuera asesinado el hombre que denunciara que "las rosas estaban maniatadas por los comerciantes de perfumes", venga a hacer ostentación de su poder, de su violento y obsceno poder, el comerciante del perfume embriagador de la fe en forma de santo, y en forma de padre y en forma de cualquier otra cosa medianamente loca pero rentable. No es casualidad que la gente se enfade, que los que "no hemos venido a ver el cielo" tengamos que decirlo -oficina y denuncia- tengamos que expresar -porque ahora dicen que sí podemos, Federico- nuestro malestar y nuestro descontento con quien osa prometerlo (el cielo, digo). Pero claro, si no vienes a ver el cielo te topas con "la turbia sangre, la sangre que lleva el espíritu a la lengua de la cobra". Porque tampoco es casualidad que miles de cristianxs mal llamados "de base" (como si fuesen la cantera del cristianismo o su filial) muestren ese mismo descontento de la mano de atexs, agnósticxs, etc., todxs ellxs unidxs en nombre del laicismo. No es casualidad y es una gran noticia que el paraguas del laicismo proteja de la lluvia de óxido a todxs, tan diferentes, tan distintxs. Es una gran noticia, pero el poder "mata millones para el disfrute de los agonizantes", y todo eso "deja los cielos hechos añicos".
El papa no viene a protegernos, sino a protegerse. No es un escudo, viene escudado, excusado, diez centímetros de grosor vídreo lo suscriben. No viene a parar las balas, sino a desviarlas. No me importa lo que quieran, lo que pretendan quienes pretenden someter a lxs demás, violentar a lxs demás. Pero no puedo decirle a Federico que '75 años después, un gobierno socialista y un Estado democrático permiten en suelo español proselitismo, sedición, evasión consentida de impuestos en forma de desgravación de empresas patrocinadoras de un evento religioso (las JMJ(C) porque sólo son las Juventudes Católicas, como bien dice Fernando J. Lopez) y un sin fín de pegas para permitir una manifestación de quienes quieren un caldo de cultivo social lo suficientemente laico como para que, precisamente, no pasen estas cosas. A ver quién se lo dice a Federico. A ver quién tiene los santos cojones de decirle al poeta que '75 años después de su vil asesinato, "los terribles alaridos de las vacas estrujadas siguen llenando de dolor el valle". Porque, quien lo haga, también habrá de decirle que las fuerzas de seguridad reprimieron brutalmente, a hostia limpia, a quienes "denuncian -legalmente- a toda la gente que ignora la otra mitad, mientras parte de esa mitad mitad irredimible que levanta con nuestro dinero sus montes de cemento donde laten los corazones, algunxs de lxs que se dicen cristianxs, aplaudían la violencia policial, la fuerza bruta e ilegítima, aunque legitimizada, cayendo de nuevo, Federico, otra vez, sobre las espaldas de la otra mitad. "No es el infierno, es la calle", Federico, ya lo sabes tú.
Y por eso al día siguiente, 18A día de tu muerte, noche de tu asesinato, la violencia se sigue acumulando en las esquinas de la calle, mientras lxs besos transmaricabollos, Federico, se ofrecen, como tú, a ser comidos.
No sé, Federico. No sé quién podrá decirte esta clase de cosas. Quién será capaz de confesarte que la educación se ha cambiado por exaltación de poder, y que la libertad es un lujo que, en estos tiempos democráticos, todavía muy pocxs parecen poderse permitir. Pero, por si acaso, yo, en mi nombre, en nombre de los que se olvidan de la otra mitad, y en el tuyo si quieres, Federico, lxs "escupo en la cara".