domingo, 12 de enero de 2014

Los cañones de agosto

             

 Recuerdo un anuncio de hace ya bastante tiempo. El spot -no recuerdo qué publicitaba-, venía a reflejar algo así como todos los yoes que hay en un yo, a través de la enumeración de todas aquellas cosas que el protagonista era, dependiendo de para quién, de para qué y de para cuando. Es decir, aquel tipo, además de “Pedro” era “papa”, era “hijo”, era “cuñado”, era “cariño”, era “señor”, era “chico” y “caballero”, además de “corredor”, “jefe” y “empleado”. A simple vista, podría parecer que el personaje de dicho anuncio en cuestión sufre una especie de brote psicótico y tiene, directamente, personalidad múltiple. Otro día hablaremos de las personalidades múltiples, pero no, ahora no quiero hablar de ellas. Sí me interesa, en cambio, esa extraña sensación de ser varias cosas a un tiempo; de desempeñar varios roles a la vez que, en ocasiones, puede parecer que  llegan a entrar en conflicto entre sí. Y digo desempeñar varios roles porque, a fin de cuentas, la realidad no es otra cosa que una constante mascarada cuyas reglas todos aceptamos y convenimos en llamar “realidad”. Ser varias cosas a la vez. Serlo casi todo y que eso, como por arte de magia, sea posible. Ser el amado y el amante, el odiado y el odioso, el que manda y también quien obedece. Compaginar las dosis, las medidas, las latitudes, las intensidades, los huecos, los tamaños. Modular la voz porque eres quien canta y ajustar lo que haya en ella de acústico porque es un hecho que eres también el que escucha lo cantado.

                Escribo todo esto mientras pienso en dos cosas: en una recopilación de relatos de Enrique Vila-Matas que leí hace tiempo titulada Hijos sin hijos sobre aquellos que, como Kafka, esperan a que llegue la tarde para ir a nadar –Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde me fui a nadar, escribió en su diario en agosto de 1914- ; y en aquellos cuatro versos de Calderón que parecen, también, invitar a la displicencia burguesa y algo atormentada de aquel baño vespertino de Franz Kafka: no hay tan desdichado que no tenga un envidioso, ni hay hombre tan venturoso que no tenga un envidiado.

                Se preguntarán que por qué les cuento todo esto. Lo de Kafka y las piscinas. Lo del baño y los versos. Y no crean, que yo también me lo pregunto. Pero sospecho que tiene que ver con aquel asunto del anuncio del que les hablaba al principio, con lo de ser varias personas al mismo tiempo; con lo de hablar por boca de Kafka y también de Calderón; con ser dentro de una y al unísono, Rusia, Alemania y quienes nadan en las piscinas los días en los que estallan las grandes guerras mundiales.
                
            Hace unos días escribí un cuento. El último de lo que quiere ser una colección de cuentos ilustrados. Yo me he encargado del texto y la artista plástica y sin embargo amiga –por aquello de que los artistas plásticos no tienen muy buena prensa socioafectiva- Vesna Bolanca los ha ilustrado maravillosamente. Una colección de cuentos que ayer mismo por la mañana presentamos a concurso. Una colección de cuentos que me pone en el lugar donde explotan las bombas, aunque sea metafóricamente. Una colección de cuentos que me expone al juicio de otros, que me deja al descubierto ante las críticas, expuesto a los desperfectos, a las propias miserias, a las carencias, a los peros, a los cabos sueltos. Presentarte a un concurso no es fácil, porque de pronto hay un millón de ojos puestos en tu cogote esperando que algo pase. Lo que sea, pero algo. Y se supone que tú tienes que estar a la altura. Y se supone que no eres Rusia, pero en verdad eres Rusia casi todo el tiempo. En verdad, exponerse es bastante parecido a ser una novela de Alexander Solyenitzin. Como si tu cuerpo fuese Agosto de 1914 todo el tiempo. Y no es bonito ser Agosto de 1914. A no ser que vayas a nadar. Y ni siquiera.

                Pero ayer no fui a nadar. Por la mañana me presenté a concurso, como quien se alista voluntario, y por la tarde nada de piscina. Trabajé en casa durante horas. Un trabajo mal pagado, o pagado apenas. Un trabajo mal reconocido, o reconocido apenas. Lectura previa de novelas presentadas a concurso. A otro concurso, a un concurso cualquiera. Mi trabajo ha consistido en enjuiciar el trabajo de otros, en avivar mi espíritu crítico de lector competente, en detectar los desperfectos, las miserias ajenas, las carencias de los otros, sus peros, sus cabos sueltos. Ser jurado o lector de un concurso no es fácil, porque de pronto tienes que poner tus dos ojos en millones de cogotes literarios esperando a que algo pase. Lo que sea, pero algo. Y se supone que tú tienes que estar a la altura. Y se supone que no eres Alemania, pero en verdad eres Alemania casi todo el tiempo. En verdad, juzgar y enjuiciar es bastante parecido a ser una novela de Alexander Solyenitzin. Como si tu cuerpo fuese Agosto de 1914 todo el tiempo. Y no es bonito ser Agosto de 1914. A no ser que vayas a nadar. Y ni siquiera.

                Pero nadar ayuda. Eso está claro. Por eso hoy he ido a la piscina. Para deshacerme de lo que pudiera quedar en mí de Rusia, de Alemania y de los cañones de agosto. Porque, contra lo que pudiera pensarse, nadar no te deja indiferente, sino que te deja espacio, cierta distancia de ti mismo y tus batallas. El espacio necesario para hacer de tu cuerpo un armisticio. La tregua que uno se concede a uno mismo, pero también a los otros. La ocasión de ser a veces, sin miedo a las bombas, todos los demás.

                

jueves, 2 de enero de 2014

PEINE UNA BARBIE: Microrradiografía de un juguetólogo sexista

¿Son sexistas los juguetes? Esta es la pregunta que esta mañana se planteaba en un programa de radio. Pregunta que no podía ser respondida sin la opinión de un "experto" en la materia (yo ignoraba la existencia de juguetólogos), tutor de no sé qué web de padres. Pues porque siempre viene bien para dar betún de "objetividad" -un poquito de betún, tampoco vamos a exagerar- y así fingir que lo que se dice por los medios va a misa, valga la redundancia. 

El caso es que el experto en cuestión vino a hacer las siguientes valoraciones: 

-Los juguetes no son sexistas, pero algunos adultos sí.
-El mundo infantil no es sexista, pero el mundo adulto a veces, sí.
-Los niños copian roles sociales y hay padres que INCLUSO comparten las tareas de casa.

Bien. vayamos por partes y analicemos cada una de estas cuestiones por separado.

"Los juguetes no son sexistas pero algunos adultos sí"

A ver, querido experto. Decir que los juguetes no son sexistas pero algunos adultos sí es una perogrullada tan grande que no es necesario ser un experto para evitar que tal tontuna le salga a unx por la boca. Porque si los adultos son sexistas (y lo somos todxs, en tanto que vivimos en una sociedad que alimenta y potencia roles de género estáticos y duales), es evidente que los juguetes, fruto de esxs mismxs adultxs, también lo son. A no ser, señor experto, que vaya usted a decirme que no tenía constancia de que los juguetes eran ideados, fabricados y promocionados por adultxs... No será usted, señor experto, de ésos que están convencidos, todavía a día de hoy, de que son los elfos y duendes de Santa Claus los que confeccionan el grueso de productos del catálogo de Toys'ar us... Porque, en ese caso, sería conveniente que buscara usted, a su vez, a otrx expertx, pero esta vez en psiquiatría, que ya sé que también es sexista como disciplina y que la carga el diablo del Manual de Diagnóstico pero, créame, en casos como el de usted, puede ser de gran provecho. Porque la terapia no es molona, pero algunas veces sí.

"El mundo infantil no es sexista, pero el mundo adulto a veces sí"

Españolxs, Franco Platón ha vuelto. 
Y mira que éramos muchxs quienes pensábamos que no era posible que tanto tiempo después de aquel siglo V a.C. la existencia de dos mundos separados fuera posible, ni siquiera categóricamente. Debe de ser porque no somos expertxs. No somos sexjuguetólogxs, debe de ser por eso por lo que pensábamos que lo del mundo inteligible y el mundo sensible formaba parte de los anales de la historia de la filosofía; pero resulta que no. Resulta que, por lo que se ve, forma parte de los anales a secas. A ver, querido experto, ¿podría usted, si es tan amable, indicarme dónde queda la frontera entre el mundo infantil y el adulto? Porque o todo esto es atrezzo y yo aún no me he enterado, o ha visto usted Jumanji más veces de las que le hubiese recomendado esx psiquiatra expertx cuya visita le vuelvo a sugerir, ya que es evidente que está usted muy cerquita de la paranoia. Menos Platón y más prozac, señor experto. ¿O acaso no comprende usted, buen hombre, que el mundo es más bien como dios, léase "uno", pero sin trinar, y que las criaturas comparten globo con las personas adultas? ¿No se da cuenta de que desde incluso antes de nacer, en función del sexo pronosticado del bebé -y posteriormente diagnosticado- ya se le habla de distinto modo al no nato y se acaricia la tripa del cuerpo gestante de un modo bien distinto? Que sí, que sí. Póngase todo lo figurativo que usted quiera, señor experto. Pero si quiere ponerse literario, recuerde lo que decía Paul Eluard: hay otros mundos, pero están en éste. Están en este, señor experto. No me diga que también le va a llevar la contraria a Paul Éluard. En serio, considere lo de la terapia.

"Los niños copian roles sociales y hay padres que INCLUSO comparten las tareas de casa"

Creo que de todas las enseñanzas del experto que "expertaba" esta mañana en la radio sobre sexismo y juguetes este es, sin duda, el mayor bombazo informativo. Y claramente también mi favorita. Vale que lxs niñxs (y no lOs niñOs solamente) copian roles sociales, de hecho, si se le dedica un espacio informativo, auqnue sea de relleno y porque se acerca el 6 de enero, a si los juguetes son sexistas o no, es porque es evidente que lo son, esto es obvio. De ahí que yo señalara antes el hecho de que esta sociedad es sexista y, por tanto, el modo de dirigir y promocionar los juguetes también lo es. Sin embargo, lo que me deja pasmado de verdad en esta cita de experto es el uso del adverbio de cantidad, usado para exponenciar la labor paterna (de las madres no se sabe siquiera si existen) de aquellos super padres que, ATENCIÓN, adverbio de cantidad va, INCLUSO, repito, INCLUSO (también, además...) comparten las tareas de la casa, que son buenísimos, éstos padres. Una partícula, INCLUSO, que también puede leerse en este contexto, en vez de con una función adverbial, con una finalidad prepositiva, equivalente a HASTA, quedando la cita, más o menos, algo así: "Los niños copian roles sociales, pero hay padres (tan buenísimos) que HASTA comparten las tareas de casa (que de buenos que son se pasan, ya, los pobres)". 


Gracias, señor experto. Gracias por no decir nada a cerca del modo en que la publicidad dirige los
productos infantiles al público de uno u otro sexo (sólo dos, claro, claro). Gracias por otras perlas como "no pasa nada porque un niño quiera jugar con una cocinita". De hecho, podía haber añadido: "eso no va a hacer que su hijo sea maricón, que eso sí que ya sería un problema gordo". Gracias por no hacer un estudio, no digo profundo, que los medios de comunicación están enfadados con la profundidad, pero al menos no confuso, qué digo, no tóxico, de qué significa sexismo en los juguetes, y de por qué el modo en que éstos se presentan es profundamente sexista (niños-acción-voz en off masculina-agresividad-fuerza-ímpetu-colores oscuros-dinamismo-exteriores-música más fuerte-velocidad; VS. niñas-pasividad-cuidado-higiene-voz en off femenina-debilidad-calma-colores pasteles o rosas-estatismo-interiores-música más melódica-inmovilidad). Y cómo toooooooooda la sociedad, incluido usted, señor experto, y su enfermiza devoción al Platón más chusco y pacato, difumina y maquilla la verdad: que los juguetes no son los juguetes, sino el modo en que éstos son presentados, promocionados, empaquetados, distribuidos y vendidos; y que ese modo es tan profunda y estereotípicamente sexista como lo es su intento de no dejarlo claro. Señor experto, en serio, el DSM es una mierda pero seguro que puede hacer algo por usted. Mientras tanto, peine una Barbie, señor experto, le hará bien, INCLUSO.