martes, 27 de marzo de 2012

DEYECCIONES DEL MINISTRO Y OTRAS DEPOSICIONES SOBRE EL GÉNERO

Alguien debería decirle al Ministro de Justicia que no es justo que hable de lo que no sabe. Alguien debería decirle que bastante entuerto tiene que desfacer en su ministerio el carterista -lo digo por lo de vivir de la cartera-, como para seguir metiéndose en asuntos que no sólo traspasan sus competencias, sino que exceden a lo opinable por un ministro; mayormente porque las opiniones, ya se sabe, son como los culos, cada unx tiene una. Claro que si se airearan los culos como algunxs airean las opiniones, nos iría mucho mejor a todxs, la verdad.

Pero en éstas que va el ministro antes conocido como progre -lxs que sabíamos que no ya sabíamos que el "no" era "muy no"- y, por seguir con algo tan del gusto de lxs de su clase, se reapropia de unas palabras de Manuel Azaña para expropiarlas, violarlas, terjiversarlas y forzarlas a su antojo para que signifiquen lo que jamás hubiesen significado en boca del presidente de la II República. Y así, oh voilá!, el fachorro ultra neocon de Gallardón se convierte por arte de violar citas ajenas en una especie de neo republicano, entendiendo que todo lo que salga de su boca, caca incluida, saldría también de la boca de cualquiera que cante con pasión el Himno de Riego. Gallardón delira. Se cree poeta, y delira. Se cree político, y vuelve a delirar. Se cree librepensador. Está de atar. Algo huele mal en la mente de quien milita en un partido que desea el exterminio de la comunidad LGTBQI y sale en portada de una revista marica. Algo huele mal. Como a coherencia muerta, matada a palos de retorcer palabras y reapropiarse de la voz de quienes jamás dirían esas cosas por su boca.

Alguien debería decírselo. Decirle que retorcer los discursos para parecer lo contrario de lo que se es sólo te convierte en una estúpida amalgama de chatarra gramatical. Que venga la RAE y arregle ésto. Ah, no. Que la RAE está con sus cosas, metiendo cera a los morfemas fexivos de género y sacando los cañones contra los estudios Jotos (¿o debería decir Jotas?) y de género (¿o debería decir de-genera?). Pues eso. Alguien debería informarle a este presunto, de que Thomas Beatie existe en este mundo, de que hay muchos más Thomas Beatie dispuestos a hacerle tragar toda la basura de su obscena oratoria, ésa que saca a relucir a cada paso, esta mañana, sin ir más lejos, al afirmar en el congreso, a propósito de la ley del aborto, que "la libertad de la maternidad es la que hace a las mujeres auténticamente mujeres". Como si hubiese dos clases de mujeres: las que paren -auténticas- y los fake -todas las demás-. Como si las mujeres que no tienen hijos no fuesen mujeres, como si después de la menopausia las mujeres se convirtieran en una especie de biomasa residual, como si las mujeres transexuales no llegaran ni a eso, como si las mujeres que deciden no ser madres estuvieran renunciando con ello a ser mujeres, como si la infertilidad (palabra viciada y envenenada donde las haya) fuese una especie de castigo divino. Como si el señor ministro no supiera, tan leído como es, que existió un tipo fantástico llamado Federico, al que asesinaron unos amigos suyos, por cierto, que ya escribió hace un siglo sobre éstas y otras necedades envenenadas de muerte contra las mujeres, en obras como Yerma y otras tantas. 
Alguien debería decirle a este pajillero verbal que lo pone todo perdido con sus deyecciones, en las que ensucia a hombres que han engendrado ya tres hijos, como Beatie, y mujeres que nunca lo harán porque no pueden, no quieren o no les da la gana. Alguien debería decirle a este impostor semántico que se puede ser madre siendo hombre, mujer, nada en absoluto y todo lo contrario. 
Pero, sobre todo, alguien debería decirle a este gorrón de la palabra que deje de poner su boca delante de los ventiladores, que su mierda termina, y es un asco, llegando, por desgracia, a las vidas de todo el mundo.

jueves, 1 de marzo de 2012

IDIOTA


En 1994, creo, o en el 95, no recuerdo exactamente, la novela Historias del Kronen, de un jovencísimo y novel escritor, José Ángel Mañas, quedó finalista en el Premio Nadal (cuando éste todavía era de fiar, literaria -y no monetaria- mente hablando). La novela fue una revolución y levantó ampollas, críticas y mucho revuelo. Uno de los "sobrenombres" que algún crítico -siempre  O, masc.sing.- le puso, no sin retranca, decia algo así: 


 "La novela del NO HAY FUTURO tras la década socialista". 

El críticO en cuestión, intentó hacer una fusión entre el lema punk NO FUTURE (aprovechando que con ese movimiento se identificaba el autor), con el fin del socialismo y, barriendo para casa, supongo, la llegada de lo que -bicos jí is may fren!, ya lo sabemos- vino después.
Hay que ser mala persona para identificar el punk con la era Aznar pero, sobre todo, hay que ser muy idiota para identificar el punk con cualquier cosa que no sea el punk mismo.

Hoy, leyendo la última entrada del blog de evauvedoble (a caballo entre la filantropía y la misantropía) recordé aquel libro fantástico que me hizo reconciliarme con el realismo más falangista de Sánchez Ferlosio y su Jarama, porque, por su comparación, ambos acabaron por resultarme deliciosamente odiosos, si bien uno más que otro, eso es verdad.  Y me acordé de esto porque la alteridad patológica y el autismo violento y mediocre del que con acierto habla evauvedoble en su entrada, corre por las venas de los personajes que Mañas dibuja. Los personajes de Mañas son idiotas, y por eso asustan. No por su profunda estupidez, sino porque son perfectamente reconocibles, amigxs, están por todas partes.

Uno de estos idiotas, Rober, quizá uno de los más idiotas, pues es de los que más cerca está de dejar de serlo alguna vez, reflexiona, en un momento de la novela, acerca de la homogeneización de la sociedad, llegando a dos conclusiones: la primera de ellas, que “todos somos patatas fritas cortadas de igual manera”; la segunda y quizá más importante, apunta al hecho de que“la diferencia está en que unas patatas lo saben y otras no”.
Rober era gilipollas pero Mañas sabía lo que se hacía cuando escribía esas líneas. La diferencia no está en el corte, sino en saberse cortadx, tajadx para ser clonadx, identificadx, homogeneizadx, estandarizadx y milimétricamente idénticx a cualquier otrx distintx y, sin embargo, igual. Por eso, muchas veces, la distancia que nos separa de los idiotas es la del grosor del espejo del baño.
Ah, y claro que saberse idiota no es un consuelo, pero es algo y algo, por más idiota que nos parezca, siempre es menos que nada.