En 1994, creo, o en el 95, no recuerdo exactamente, la
novela Historias del Kronen, de un jovencísimo y novel escritor, José Ángel
Mañas, quedó finalista en el Premio Nadal (cuando éste todavía era de fiar,
literaria -y no monetaria- mente hablando). La novela fue una revolución y
levantó ampollas, críticas y mucho revuelo. Uno de los "sobrenombres"
que algún crítico -siempre O, masc.sing.- le puso, no sin retranca, decia algo así:
"La novela del
NO HAY FUTURO tras la década socialista".
El críticO en cuestión, intentó hacer una fusión entre el
lema punk NO FUTURE (aprovechando que con ese movimiento se identificaba el
autor), con el fin del socialismo y, barriendo para casa, supongo, la llegada
de lo que -bicos jí is may fren!, ya lo sabemos- vino después.
Hay que ser mala persona para identificar el punk con la era
Aznar pero, sobre todo, hay que ser muy idiota para identificar el punk con
cualquier cosa que no sea el punk mismo.
Hoy, leyendo la última entrada del blog de evauvedoble (a caballo entre la filantropía y la misantropía)
recordé aquel libro fantástico que me hizo reconciliarme con el realismo más falangista
de Sánchez Ferlosio y su Jarama, porque, por su comparación, ambos acabaron por
resultarme deliciosamente odiosos, si bien uno más que otro, eso es
verdad. Y me acordé de esto porque la
alteridad patológica y el autismo violento y mediocre del que con acierto habla
evauvedoble en su entrada, corre por las venas de los personajes que Mañas
dibuja. Los personajes de Mañas son idiotas, y por eso asustan. No por su
profunda estupidez, sino porque son perfectamente reconocibles, amigxs, están
por todas partes.
Uno de estos idiotas, Rober, quizá uno de los más idiotas,
pues es de los que más cerca está de dejar de serlo alguna vez, reflexiona, en
un momento de la novela, acerca de la homogeneización de la sociedad, llegando
a dos conclusiones: la primera de ellas, que “todos somos patatas fritas
cortadas de igual manera”; la segunda y quizá más importante, apunta al hecho de que“la diferencia
está en que unas patatas lo saben y otras no”.
Rober era gilipollas pero Mañas sabía lo que se hacía cuando
escribía esas líneas. La diferencia no está en el corte, sino en saberse
cortadx, tajadx para ser clonadx, identificadx, homogeneizadx, estandarizadx y milimétricamente idénticx a cualquier otrx distintx y, sin embargo, igual. Por eso, muchas
veces, la distancia que nos separa de los idiotas es la del grosor del espejo
del baño.
Ah, y claro que saberse idiota no es un consuelo, pero es
algo y algo, por más idiota que nos parezca, siempre es menos que nada.
Me lo apunto. Lo de leer a idiotas está subestimado.
ResponderEliminar¡Y rejuvenece!
EliminarNo leí los personajes de Mañas pero me has abierto la caja de Pandora y veo que ahora no tendré más remedio que encontrarlos, a la vez me he visto rememorándome a mí misma años ha cuándo vi por primera vez "Historias del Kronen". En cuanto a los idiotas, idiotas...enlacé tus palabras con el film "Los idiotas" de mi querido-odiado Lars Von Traier; un grupo de chicxs que se enfrentan a la sociedad a través de idioteces...una película dura, desagradable y ciertamente idiota.
ResponderEliminarEl Kronen de Mañas es mucho más idiota que el de Armendáriz, porque la película -o al menos así la vivencié yo- no puede evitar caer en cierta clase de enjuiciamiento de los actos de aquellxs chicxs, y ahí está el fallo. A los idiotas no se les juzga, no se les prejuzga en medio del relato de sus historias, porque eso imprime una lectura, algo que es del todo incompatible con la idiotez, creo yo...
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