Algunas decisiones se toman a lo loco. Es verdad.
Sin
embargo, hay veces que tenemos la obligación, pero también la potestad, de
hacer que nuestras decisiones afecten de un modo directo a las vidas de las
demás, incluso en los casos en los que esas mismas decisiones que tomemos, no
tenga apenas incidencia directa en nuestras vidas. Es en esos casos en los que
tenemos en nuestro haber un poder inmenso, casi imposible de describir aquí, un
poder fácilmente inabarcable, muy parecido al que detentaban los monarcas
europeos antes de la caída del antiguo régimen, y es por eso que, cuando
tenemos todo ese power en nuestras manos, tenemos muchas posibilidades de
convertirnos precisamente en eso, en señores monarcas despóticos y tiranos, por
los que no parece haber pasado aún ni el Siglo de las Luces.
Cuando
eso pasa, cuando somos una de esas personas que tiene un enorme poder sobre las
otras, un poder grandísimo que nos permite tomar decisiones sobre sus vidas que
afecten directamente a éstas, a sus decisiones laborales, personales,
económicas, familiares y socioafectivas, tenemos el dedo sobre un botón rojo.
Que la bomba les estalle o no, sólo depende de nosotros. Y con las bombas se
pueden hacer muchas cosas. Pueden desactivarse, pueden reprogramarse o pueden
hacerse explotar. Evidentemente, sentir todo ese poder concentrado ahí, en la
puntita de nuestro dedo índice, tiene que ser un verdadero subidón, para qué
engañarnos. Sobre todo sabiendo que uno está a salvo, sobre todo sabiendo que
cuando uno apriete el botón rojo y todo se vaya a la mierda, ese todo que se
irá al carajo será precisamente el todo de las demás, el todo de las otras, de
esas que, precisamente, poco o nada tienen que ver con uno, con el propietario
del dedo índice que activó el botón, con el artífice de que otros “todos” se
fuesen a la mierda.
Lo
que quiero decir, sin más ambages, es que tiene que ser pura adrenalina y
sensación inmensa de poder, tener el dedito índice derecho sobre el botón rojo
del que dependen las vidas de los demás. Tiene que ser puro alcaloide llamarte
Alberto Ruiz Gallardón, y vestirte de traje y vivir como si esto y como si lo
otro, mientras tanto. Lo imagino ahí, en su despacho; un despacho algo decadente,
pero señorial, en cualquier caso, con algún toque chic, eso sí, con algún
objeto de diseño que recuerde vagamente al minimalismo industrial de finales de
los sesenta, de cuando el amor libre y todo eso. Qué cosas. La butaca grande,
enérgica pero cómoda; confortable. Una butaca de un cuero negro de tremendo
brillo impetuoso que un equipo de limpieza lustra con dedicación diaria. Igual
que las estanterías, repletas de libros de leyes -como dios manda-, atestadas
de legajos, de códigos penales, doctrinas y jurisprudencias, como le es propio
a un jurista de su talla. Y en el centro del despacho, casi majestuoso sobre la
alfombra tejida a mano, regalo de vaya usted a saber qué embajador de Extremo Oriente,
erguido como un falo mítico, como el símbolo de poder que en verdad representa,
el alto y señorial escritorio tallado en madera maciza y sobre él, insertado en
la misma madera, ahí, entre la grapadora y el portarretratos digital con fotos
de familia, discreto pero potencialmente letal, asoma, inquietante, el botón
rojo.
Lo
imagino sentado ahí, en el butacón de cuero negro, con el brazo derecho algo
extendido sobre el escritorio, apenas unos centímetros de distancia entre la
yema de su dedo índice y el detonador, jugando a pasearse sin reparos por el miedo
de las demás, tamborileando sobre el miedo de las demás, fantaseando con la
posibilidad más que evidente de hacer estallar las vidas de otras, y vigilando
a sus enemigas desde el monitor de su Mac, observando los movimientos
cotidianos de la enemiga mientras ríe para dentro con mueca mordaz y acaricia
el lomo blanco de un gato persa adorable que sostiene entre sus brazos.
La
imagen, no por siniestra menos ridícula, se parece demasiado a la que proyectan
los villanos simplones de los dibujos animados, y si no fuésemos nosotras las
que aparecemos en el monitor de su Mac, sus enemigas, podríamos decir que ese
villano mísero y malvado se nos hace, por pura presencia y cercanía, casi como
de la familia. Gallardón podría, llegado el caso, convertirse en, qué se yo, un
Gárgamel cualquiera, si no fuese, claro, porque esta vez los pitufos somos
nosotras. Y digo nosotras, y no nosotros, porque son los cuerpos potencialmente
gestantes los que aparecen en la pantalla de su despacho. Digo nosotras y no
nosotros porque son las vidas de los cuerpos potencialmente gestantes las que
se tutelan, se vulneran, se condicionan, se legislan, se controlan y se vigilan
desde ahí. Oigo a menudo decir que la retrógrada y ultra conservadora Ley Orgánica de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos -expropiados- de la Mujer Embarazada de Gallardón es un problema que afecta a hombres y mujeres, pero no es cierto. Otra cosa es que, por extensión, obviamente, afecte a toda la sociedad. Pero lo que es evidente es que los cuerpos de los sujetos que sociabilizan como hombres y que no son potencialmente gestantes no han sido
expropiados por el poder. De hecho, en una sociedad profundamente patriarcal
como la nuestra, si esto hubiese sido así, las numerosísimas manifestaciones
que se vienen llevando a cabo en todo el territorio español hubiesen sido
muchísimo más secundadas y divulgadas por los medios. Si esto hubiese sido así, si los cuerpos no
gestantes hubiesen sido los expropiados, aquí ya se habría armado una buena. Una buena de
verdad.
Pero el tiempo es terco casi siempre y las sagas de dibujos animados son largas. Todo poder cae a impulsos del mal que ha hecho y cada falta que ha cometido se convierte, tarde o temprano, en un ariete que contribuye a derribarlo, dijo una vez Concepción Arenal. Por eso, creo que sólo es cuestión de tiempo que el villano caiga, porque estamos organizadas, esperando sólo el momento de cortar los cables, desalojar el despacho y darle, a ese gato persa, una vida digna.
Intereante blog. Creo que tenemos en común lo de darle vueltas a todo. Te dejo mi enlace por si te interesa. Saludos!!! http://losperdidosdeunaperdida.blogspot.com.es/
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