sábado, 11 de junio de 2011

Un paseo ácrata por el Topo y la Lombriz: desescombrando el Teatro entre escombros


A veces, las cosas son lo que unx espera, y otras veces no. A veces vas al teatro y sales de él y otras, vas al teatro y te quedas atrapadx. Y eso justo es lo que le faltó a la obra que vi ayer, El topo y la lombriz, la propuesta de Teatro entre escombros, que Alkimia130 programó en la sala Enconarte. Una obra emimentemente dual, que se gesta a caballo entre Londres y Burgos, a caballo entre la formación clásica y la circense, a caballo entre él y ella, entre el suelo y el subsuelo, entre el ahora y cualquier otro momento. Una apuesta que adapta los cuerpos de lxs actores a los espacios teatralizables, y que cuenta con un trabajo físico que traspasa, a lo mejor, las fronteras del teatro. Pero, sin embargo, entre tanta dualidad, el texto, con algunos guiños inteligentes pero otros, pretendidamente graciosos, cae a veces en iconos e imágenes que están ya, más que revisadas en la historia de la literatura y del arte. Así, al personaje femenino se le plantea como símbolo de oscuridad, humedad, nocturnidad. La mujer es pasiva, penetrable, ensoñada, servicial, agradecida y redentora. El gran útero que se abre para acoger, acogedor, al hombre, al explorador, al conquistador, al que desciende para penetrar, al penetrador, al símbolo diurno, ascensional, el que viene del sol, el que sabe, el que conoce el mundo, sus contextos, sus espacios. Me cansan los tópicos de género que me devuelven una imagen acomplejada, tradicional y nada revisada del género y esta revisión, en parte, se la debo a F, con quien estuve hablando del asunto al finalizar.

Me gustó, eso sí, además de la puesta en escena basada, fundamentalmente, en el trabajo actoral, la metáfora, el símbolo final que yo quise entender como una imagen de la historia, o mejor, de nuestra memoria histórica, que queda enterrada para siempre y a la que no queremos enfrentarnos (si acaso, sacarnos con ella una foto para no sentirnos tan culpables de nuestro abandono, de nuestro olvido), pero también eché de menos que nosotrxs, el público, nos quedáramos encerradxs allí, a oscuras, con la historia olvidada, mientras el personaje que era la toma de contacto, el hombre, propiamente dicho, del sistema patriarcal, se marchaba condenándonos a todxs, público incluido, al olvido. Hubiese sido fantástico quedar enterrados vivos con la historia dentro de la historia. Fantástico y aterradoramente teatral.

Celebré, eso sí, además de la apuesta actoral, de integración de la historia en los espacios, el uso de los silencios y esa pequeña digresión musical sobre la mujer moderna  (Aunque yo hubiese evitado ese tópico tan manido y falaz, a estas alturas, por muchos motivos). Y celebré, sobre todo celebré, eso sí, poder tener la ocasión de ver la obra dos veces, una como público y otra acompañadx por lxs actores, con la charla posterior, que ayudó también a construir una idea mejor del proceso de creación de la obra y de por qué ciertas cosas son como son o no son, al fin y al cabo, de otra manera.

1 comentario:

  1. Discursión bizantina la que hemos tenido, discursión de concilio...buenas tardes.

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