jueves, 25 de octubre de 2012

MI GÉNERO EN DISPUTA

Esta mañana, Z se ha enfadado conmigo. Me dice que, a veces, no la escucho que, de algún modo, invalido sus opiniones, aminoro sus obligaciones, descreo de sus necesidades y que a veces, en nombre del humor, la infantilizo o me burlo. Me dice, Z, en definitiva, que aplico en ella, a menudo, las técnicas de dominación (Hérsker) propuestas por Berit. A saber:

1. Invisibilizar.
2. Ridiculizar.
3.Ocultar información.
4. Dilema del doble vínculo (hagas lo que hagas estará mal).
5. Culpabilizar / Avergonzar.

Estos puntos, que están maravillosamente traducidos por lamoscacojonera y que podéis consultar aquí, pretenden trazar, a grandes rasgos, el modo en que se establece la dominación desde roles masculinos hacia las mujeres (más concretamente, hacia sujetos que, socialmente, desempeñan roles femeninos, sean o no mujeres, en el sentido biológico del término).

Me dice Z que, quizá, mi conflicto de género, o mejor, mi género en conflicto, me lleva a desarrollar un rol masculino, no sólo en aspectos meramente triviales, como pueden ser modos, ademanes, formas de vestir, etc., sino que quizá, me dice Z, el género en disputa que soy -por parafrasear a Butler-, me lleva a "forzar" mi masculinidad a través de pautas culturales -por su puesto aprendidas, como todo lo relativo al género-, también desde un punto de vista personal, no tanto de carácter como de interacción social y, especialmente, en pareja. No me dice que soy unx machista, sino que, a veces, me comporto como un macho heterosexual convencional (sin ser yo nada de eso). Pienso en ello, porque no me gusta esa imagen que ella me devuelve de mí, pero no descreo de sus palabras (si lo hiciera, estaría incurriendo claramente en los puntos arriba citados). No descreo de sus palabras, pero me turban. Pienso en cosas, en situaciones íntimas y públicas, sexuales y anodinas, y no me reconozco como tal. Desde luego, es un ejercicio desagradable, ver cómo por un lado, unx promueve la política de los cuidados y por otro incurre en cuestiones que desprecia. Quizá tener el género conflictuado también sea eso. Y aquí la falta de referencias, de modelos, de paradigmas, también me parece crucial.

Del mismo modo que el colectivo LGTBQ+ necesita referentes, espejos en los que mirarse desde un punto de vista meramente externo, creo que también, desde un punto de vista, no ya de prácticas sexuales o de rol, sino de mera identidad , las personas que vivimos con una identidad en conflicto, desde el punto de vista del género, claro está, estamos más que huérfanas en referentes, en paradigmas, en espejos. Por ello, vamos juntando con retales de otros espejos, con trocitos desmembrados, con mínimos reflejos, un material muy precario en el que mirarnos y a veces, como le pasaba al bueno de Max Estrella en Luces de bohemia, la imagen que nos devuelve ese espejo en el que nos miramos, es la caricatura de nosotrxs mismxs. El esperpento del género no está lejos del género en conflicto, es un riesgo que corremos y es justo decirlo, y no sólo justo, sino también necesario.

Le digo a Z todo esto, esto mismo que ahora escribo aquí -y que quizá me arrepienta de haber escrito, de haber dejado un rastro propio de espejos deformantes-, no sin añadir, en mi defensa, en defensa de mi yo en conflicto, una máxima que, ésta sí, se torna universal: no todo lo que encontréis en mis bolsillos es mío.

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