Asisto, desde la distancia, al pulso sociopolítico y cultural de mi
cuidad. Entro en las webs de la prensa local y trato de mantenerme lo
suficientemente cerca de las cosas que pasan como para que éstas no me pillen
por sorpresa. Leo. Navego. Pienso que no es verdad que la distancia te dé
perspectiva. Mentira. La lejanía no da perspectiva, sino pereza. Y la distancia
es una mierda porque exige un esfuerzo extra de contextualización, porque a fin
de cuentas, las cosas te están pasando y no, o te pasan un poco menos cuando no
estás en el meollo del asunto, en el ojo del huracán. Podría dármelas de
objetiva, ahora que la objetividad está tan de moda para todo, y decir que el
hecho de observar las cosas desde fuera me otorga una objetividad que de otro
modo no tendría. Podría decirlo, como si la objetividad fuese una especie de
garantía de veracidad, una especie de unción de sabiduría y conocimiento. Pero
nada más lejos. La objetividad es sólo aquello que unos cuantos han pactado
como norma y como cierto, en un momento y un lugar determinados. Pero no es, ni
mucho menos, evidencia de verdad irrefutable.
Así, una vez
aclarada y expuesta aquí mi tirria personal a lo objetivo como sinónimo de
certero, racional, veraz e indiscutible, me gustaría aquí romper también una
lanza por el rigor que se esconde en lo subjetivo. No olvidemos, por ejemplo,
que aquello de que la tierra se movía fue durante siglos nada más que una
opinión –y nada menos, diría yo-, hasta que la comunidad occidental optó por
erigirla a la categoría de objetiva.
Estamos, pues,
de acuerdo en que la subjetividad puede, por tanto, estar cargada de rigor y de
razones y la objetividad venir vacía de reflexión y perspectiva.
Veo a través de
los periódicos y las redes sociales, que a imitación del solidísimo proyecto de
Guanyem Barcelona –liderado por la carismática y lúcida activista Ada Colau-,
surgen en muchísimas ciudades, con mayor o menor acierto, propuestas similares.
En nuestra ciudad, claro, surge también una iniciativa similar, Ganemos
Palencia, y lo que de entrada debe –creo yo- ser motivo de alegría, empieza a
tomar la misma forma que el resto de las cosas. Que surja un movimiento de
estas características en la ciudad debería significar que la ciudad se mueve,
que la gente está viva, que sale del letargo, de la ataraxia enfermiza e infame
en la que nos ha aleccionado la política neo -pero ultra al fin y al cabo-
conservadora de los últimos años, y que empieza a importarnos lo que pasa a
nuestro alrededor y a las de nuestro alrededor. Pero claro, con la distancia me
vengo arriba, ya dije que no era cosa buena la distancia, y me creo yo misma
ficciones de las que luego no soy capaz de salir.
El proyecto
Ganemos Palencia tiene –creo- buenas intenciones, pero a estas alturas del
cuento, no hay nadie que no sepa ya que el camino del infierno está pavimentado
con esos mismos buenos propósitos. Me
parecería un proyecto fascinante, un proyecto que pretende repensar el papel de
la gente (no de la ciudadanía, por favor; ¿o es que acaso la gente que no vive
en la ciudad no tiene derechos?), si no fuese porque el movimiento está
incurriendo de nuevo en la misma dialéctica que preconizan quienes ya detentan
el poder. Veo a través de los medios, que el tejido social que conforma el
proyecto Ganemos Palencia es, en su mayoría, un tejido social envejecido,
formado por hombres blancos heterosexuales y de clase media que hablan sin
parar de economía. Ni rastro de diversidades. Ni rastro de atención a los
cuidados. Ni rastro de una mirada a lo doméstico, a lo personal, a lo
cotidiano, a lo pequeño, a lo invisible. Ni rastro de absolutamente nada que
evidencie con hechos –no palabras- que estamos de verdad frente a gente
diferente que levanta un proyecto diferente. Conozco y estimo a algunos que
forman parte del proyecto, y quizá alguno se enfade, pero no me importa. El
aprendizaje está en la crítica, y si no se saben detectar los agujeros,
difícilmente pueden repararse.
Tengo que decir
lo que veo, y lo que veo es que las diferencias a efectos prácticos con la
imagen que proyectan los medios de partidos conservadores como PP y PSOE son
más bien pocas. Es decir, que veo exactamente lo mismo que estamos hartas de
ver en las instituciones: hombres mayores llenitos de privilegios ejerciendo su
poder, ocupando los espacios públicos, tomando presencia, haciéndose presentes.
Claro que creo en las propuestas escritas de Ganemos Palencia, pero mientras
ellos se reúnen para hablar de igualdad –usando, por cierto, un lenguaje no
inclusivo-, sus mujeres están en la cocina haciéndoles la cena y cuidando de
sus hijos. Claro que creo en las propuestas de Ganemos Palencia, pero mientras
ellos se reúnen para hablar de integración, las dependientes o las diversas
funcionales no pueden acceder a las reuniones, ni a sus espacios, porque
simplemente no se hacen accesibles. Claro que creo en las propuestas de Ganemos
Palencia, pero mientras ellos se sitúan del lado de “la mayoría” –igual que
hicieran PP y PSOE-, las minorías seguirán estando invisibilizadas,
silenciadas, vapuleadas, hostigadas y arrinconadas.
Por eso le pido
a Ganemos Palencia, evidentemente, todo lo que jamás se me ocurriría pedirle al
PP o al PSOE. Como un ejercicio de autocrítica, por ejemplo. ¿Por qué casi no
hay mujeres implicadas de un modo activo y decisivo en este movimiento? ¿Por
qué apenas se acercan jóvenes, o migrantes, o diversas funcionales? ¿Tenemos de
verdad un discurso integrador, una óptica interseccional, una deuda con la
diversidad o estamos siendo tan sólo –y si es verdad hay, de una vez por todas
que asumirlo- señoros sin corbata?
Bingo para facilitarles las críticas a los señoros sin corbata |
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