lunes, 29 de diciembre de 2014

Señoros sin corbata: una reflexión sobre Ganemos Palencia

Asisto, desde la distancia, al pulso sociopolítico y cultural de mi cuidad. Entro en las webs de la prensa local y trato de mantenerme lo suficientemente cerca de las cosas que pasan como para que éstas no me pillen por sorpresa. Leo. Navego. Pienso que no es verdad que la distancia te dé perspectiva. Mentira. La lejanía no da perspectiva, sino pereza. Y la distancia es una mierda porque exige un esfuerzo extra de contextualización, porque a fin de cuentas, las cosas te están pasando y no, o te pasan un poco menos cuando no estás en el meollo del asunto, en el ojo del huracán. Podría dármelas de objetiva, ahora que la objetividad está tan de moda para todo, y decir que el hecho de observar las cosas desde fuera me otorga una objetividad que de otro modo no tendría. Podría decirlo, como si la objetividad fuese una especie de garantía de veracidad, una especie de unción de sabiduría y conocimiento. Pero nada más lejos. La objetividad es sólo aquello que unos cuantos han pactado como norma y como cierto, en un momento y un lugar determinados. Pero no es, ni mucho menos, evidencia de verdad irrefutable.
Así, una vez aclarada y expuesta aquí mi tirria personal a lo objetivo como sinónimo de certero, racional, veraz e indiscutible, me gustaría aquí romper también una lanza por el rigor que se esconde en lo subjetivo. No olvidemos, por ejemplo, que aquello de que la tierra se movía fue durante siglos nada más que una opinión –y nada menos, diría yo-, hasta que la comunidad occidental optó por erigirla a la categoría de objetiva.

Estamos, pues, de acuerdo en que la subjetividad puede, por tanto, estar cargada de rigor y de razones y la objetividad venir vacía de reflexión y perspectiva.

Veo a través de los periódicos y las redes sociales, que a imitación del solidísimo proyecto de Guanyem Barcelona –liderado por la carismática y lúcida activista Ada Colau-, surgen en muchísimas ciudades, con mayor o menor acierto, propuestas similares. En nuestra ciudad, claro, surge también una iniciativa similar, Ganemos Palencia, y lo que de entrada debe –creo yo- ser motivo de alegría, empieza a tomar la misma forma que el resto de las cosas. Que surja un movimiento de estas características en la ciudad debería significar que la ciudad se mueve, que la gente está viva, que sale del letargo, de la ataraxia enfermiza e infame en la que nos ha aleccionado la política neo -pero ultra al fin y al cabo- conservadora de los últimos años, y que empieza a importarnos lo que pasa a nuestro alrededor y a las de nuestro alrededor. Pero claro, con la distancia me vengo arriba, ya dije que no era cosa buena la distancia, y me creo yo misma ficciones de las que luego no soy capaz de salir.


El proyecto Ganemos Palencia tiene –creo- buenas intenciones, pero a estas alturas del cuento, no hay nadie que no sepa ya que el camino del infierno está pavimentado con esos mismos buenos  propósitos. Me parecería un proyecto fascinante, un proyecto que pretende repensar el papel de la gente (no de la ciudadanía, por favor; ¿o es que acaso la gente que no vive en la ciudad no tiene derechos?), si no fuese porque el movimiento está incurriendo de nuevo en la misma dialéctica que preconizan quienes ya detentan el poder. Veo a través de los medios, que el tejido social que conforma el proyecto Ganemos Palencia es, en su mayoría, un tejido social envejecido, formado por hombres blancos heterosexuales y de clase media que hablan sin parar de economía. Ni rastro de diversidades. Ni rastro de atención a los cuidados. Ni rastro de una mirada a lo doméstico, a lo personal, a lo cotidiano, a lo pequeño, a lo invisible. Ni rastro de absolutamente nada que evidencie con hechos –no palabras- que estamos de verdad frente a gente diferente que levanta un proyecto diferente. Conozco y estimo a algunos que forman parte del proyecto, y quizá alguno se enfade, pero no me importa. El aprendizaje está en la crítica, y si no se saben detectar los agujeros, difícilmente pueden repararse.

Tengo que decir lo que veo, y lo que veo es que las diferencias a efectos prácticos con la imagen que proyectan los medios de partidos conservadores como PP y PSOE son más bien pocas. Es decir, que veo exactamente lo mismo que estamos hartas de ver en las instituciones: hombres mayores llenitos de privilegios ejerciendo su poder, ocupando los espacios públicos, tomando presencia, haciéndose presentes. Claro que creo en las propuestas escritas de Ganemos Palencia, pero mientras ellos se reúnen para hablar de igualdad –usando, por cierto, un lenguaje no inclusivo-, sus mujeres están en la cocina haciéndoles la cena y cuidando de sus hijos. Claro que creo en las propuestas de Ganemos Palencia, pero mientras ellos se reúnen para hablar de integración, las dependientes o las diversas funcionales no pueden acceder a las reuniones, ni a sus espacios, porque simplemente no se hacen accesibles. Claro que creo en las propuestas de Ganemos Palencia, pero mientras ellos se sitúan del lado de “la mayoría” –igual que hicieran PP y PSOE-, las minorías seguirán estando invisibilizadas, silenciadas, vapuleadas, hostigadas y arrinconadas.


Por eso le pido a Ganemos Palencia, evidentemente, todo lo que jamás se me ocurriría pedirle al PP o al PSOE. Como un ejercicio de autocrítica, por ejemplo. ¿Por qué casi no hay mujeres implicadas de un modo activo y decisivo en este movimiento? ¿Por qué apenas se acercan jóvenes, o migrantes, o diversas funcionales? ¿Tenemos de verdad un discurso integrador, una óptica interseccional, una deuda con la diversidad o estamos siendo tan sólo –y si es verdad hay, de una vez por todas que asumirlo- señoros sin corbata?

Bingo para facilitarles las críticas a los señoros sin corbata





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