La foto que adjunto me la hace llegar una amiga, profe de
Historia, tras el alboroto que este fragmento ha levantado en su clase de
secundaria. Lo hace a través de facebook y me etiqueta en ella como si André
Amar y yo estuviésemos unidxs por una especie de hilo invisible. Lo estamos.
Lxs dos somos hijxs de una misma herencia, de una misma ideología y hemos
bebido -un par de siglos arriba, un par de siglos abajo-, de la misma teta
ilustrada. André Amar y yo tenemos los mismos síntomas. Pero tú tampoco te
libras, qué te crees.
Los
burgueses blancos, europeos y (proto)heterosexuales de la época ilustrada se lo
montaron fenomenal para justificar "por naturaleza" todo lo
imaginable. El tema cuajó hasta el punto de que la semillita creció hasta la
época de las revoluciones románticas y, de aquellos polvos, estos lodos. De hecho, las categorías binarias de sexo y
género (y por tanto de tendencia sexual) le deben su nacimiento a la época
heredera del enciclopedismo y la razón. Y puestos a entrar en razón, quizá
habría que detenerse en el primer párrafo, y pensar sobre qué es ser
"mujer". La definición puede referirse
a:
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André Amar (1755-1816) |
1- Quien tiene genitales cuya apariencia externa ha sido
atribuida a uno u otro género (no por la naturaleza, sino por la medicina).
2- Quien se comporta como tal socialmente, desempeñando el
rol (acting) de ese tipo de sujetos (se viste, se expresa, se relaciona y tiene
los gustos, preferencias, etc. acordes con la imagen de lo que es ser mujer).
En el primero de los casos, debemos tener en cuenta que el
veredicto de género se hace atendiendo a cuestiones de simple apariencia y, por
tanto, simplistas y sujetas a error. Hay quien tiene ambas gónadas, unas
internas y otras externas; hay quien tiene penes tan pequeños que podrían
confundirse con clítoris; o bien clítoris tan grandes que podrían ser
considerados micro penes; hay quien desarrolla mamas teniendo pene, y hay quien
teniendo vagina, no desarrolla mamas prácticamente. Hay quien tiene
características híbridas, con múltiples combinaciones posibles, y mucho más
frecuentes de lo que se cree. Sin embargo, estos buenos señores “enciclopédicos”, nos
hicieron encajar a todxs (léase ‘todes’) en tan solo dos categorías,
justificando tal despropósito con ¿lo adivináis?, “la naturaleza”. XX o XY, nos
dicen, pero la realidad dice que XXY, XXXY, incluso XXXXY, por no hablar de
otras variables, no cromosomáticas (hasta 50 variables), que interfieren en “la
ficción” de los sexos. De los supuestos dos sexos. Evidentemente, todo lo que
no entra en ese binomio se patologiza, esto es, pasa a considerarse “enfermedad” por
parte de la comunidad médica, aunque no suponga ningún problema para el
supuestx paciente. Es como si se patologizara el albinismo, entendiendo que, en
el mundo, sólo puede haber rubixs y morenxs. Y eso que el albinismo es 10 veces
menos frecuente que la intersexualidad (que es como llaman lxs “enciclopédicxs
a esas 50 variantes de sexo).
En el segundo de los casos, se condena también a un
binarismo a todas las personas, obligando a comportarse de tal o cual manera en
función al diagnóstico de género que unx haya tenido al nacer o al que se le
haya obligado a pertenecer, obligando también a este sujeto, a tener, por tanto
un comportamiento estándar, aprendido, y
atribuido a su sexo de manera también arbitraria y convencional (lo que se
espera de unx mujer/hombre en todos los ámbitos de la vida: emocional,
político, social, intelectual, sexual, cultural, técnico, afectivo, etc.).
Como veis, es todo un tremendo despropósito, un invento, un cuento
europeo –que no chino-. El sexo (y el género) son una ficción, una mascarada inventada
sobre la que se sostiene el sistema, para autoperpetuarse en base a una
institución monolítica como la de la familia heteropatriarcal, desterrando así
otros modelos de familia basados en los cuidados comunes de las pequeñas comunidades, etc., en vez de en la
jerarquía de la genética y sus ficciones. Un sistema que es dañino, letal para
las personas, en el que nadie encaja, en mayor o menor medida. Porque se llora
poco o no lo suficiente. Porque se tiene barba o no se tiene en absoluto; porque se desea o porque no demasiado, porque
se es muy fuerte o muy débil, porque se grita alto o se susurra bajito. Porque
demasiado, o demasiado poco. Lo peor, es que a pesar de sufrir, como digo, todo
esta presión en nuestras carnes, nosotrxs mismxs actuamos muchas veces, como
policías del sexo o del género, como guardianes o matones a sueldo, vigilantes
de ese sistema malvado que no sólo nos controla, sino que lo hace de tal modo
que nos convierte, a su vez, en controladorxs de nuestrxs semejantes.
Castelao Bragaña: "Las mujeres son como las leyes, están para violarlas" Año 2012 |
Por eso tenemos que estar alerta. Porque lo que dijo André
Amar es fruto de un sistema ideológico que es el nuestro, el mismito, en
realidad, y que está más vigente que nunca. Un sistema en el que algunos
políticos siguen decidiendo qué deben hacer las mujeres con su cuerpo; un
sistema en el que algunos políticos siguen diciendo y dicen, que las mujeres
están para violarlas. Un sistema en el que la mitad de lxs adolescentes gays,
lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales o queer han intentado
suicididarse, no por no encajar, que no, no por ser “diferentes” a quienes tienen más fácil fingir no serlo, sino por el altísimo precio que esta sociedad les
obliga a pagar por su divergencia de lo que ha sido institucionalizado como
estándar.
¿Seguir manteniendo
la férrea división de sexos y géneros no es acaso darle la razón a Amar, cuando
dice que para el orden social es necesario que cada sexo se ocupe de aquello que le esté encomendado por naturaleza.? ¿No seguimos
diciendo que “una madre es una madre”, queriendo decir con eso que son
imprescindibles en la formación de los hijos? ¿No seguimos justificándolo todo
en nombre de la naturaleza, identificando “lo natural” con lo bueno , lo
adecuado, lo bello, etc.? ¿No siguen siendo las tareas del hogar una cuestión
de mujeres (sólo el 7% de los hombres españoles se reparte igualitariamente las
tareas del hogar)? ¿No es ignorada la opinión de las mujeres en tertulias y
medios de comunicación y altas esferas empresariales (ni un 10% de mujeres
ocupa altos cargos) etc., dando la razón a André Amar cuando dice que en general las mujeres son poco capaces para las ideas
elevadas y las meditaciones serias?
Seamos sensatxs y hagamos un poco de autocrítica, que si “el
bueno” de André Amar nos parece un reaccionario misógino, tal vez deberíamos
pensar que, a día de hoy, quien más, quien menos, todxs somos André Amar.
¿y esto no se puede hacer panfleto y leerlo en voz alta en los pasillos de los institutos?
ResponderEliminarMe encanta lo que has escrito. Es tan necesario que debería como te digo ser parte de la banda sonora de los colegios formadores de identidades desde fuera de los individuos.
Brillante. ;)